marzo 22, 2006

Estan esos días en que llego tarde al trabajo.
Me distraigo en la estación.
Me retraso en casa leyendo el diario.
Pierdo tiempo en el desayuno.
También en el baño.
Son esos días
en que no presto atención al reloj.
No corro al tren.
Ni me preocupo por conseguir
un asiento libre.
Veo a la gente con otros ojos.
Incluso, llego a creer que son buenos.
Pero me dura poco.
Lo habitual es que llegue a tiempo.
Que no me distraiga.
Que busque con afán mi asiento.
Que choque mi cuerpo con ellos.
Que me sienta otro cuervo.