Escucho de fondo
el ruido del funcionamiento del mundo.
Es como el motor de una heladera
que por las noches me despierta.
Saco la cabeza de la almohada
y me levanto buscando su origen.
Camino por alfombras y pasillos
y levanto persianas y corro butacas
y no hay caso;
esta en todos lados y
no viene de ningún lugar.
Ahí lo oigo de nuevo,
una frecuencia entre bajos y medios
un volumen casi irreconocible.
No hay nada que hacer.
Me acuesto otra vez.