Con mi libertad condicional
no puedo hacer mucho.
Por ejemplo, no puedo cantarte el arroz con leche
cada mañana.
Ni hacerte tostadas con pan de centeno,
aunque esten quemadas...
O ponerte azúcar, y comer tu miel.
Pero se me permite prepararte la ducha
y mirar tu silueta
por la cortina traslúcida.
Luego, pasarte una toalla (si pedís).
Ese es el castigo.
Màs tarde, puedo regresar al pabellón.