enero 02, 2006

Despierto del sueño
en un pueblo con nombre demente.
Me reconozco de a ratos
husmeando una habitación gris
entre esteras menesterosas.
Un ventilador de tiempos de guerra,
ocupa un rincón.
Sus paletas doradas
asistieron doctores, ministros, diputados.
Un metrónomo a golpes de gota
hipnotiza.
El grifo de la ducha destartalado
sobrevive en un resto de porcelana.
Abajo, en la sala, un viejo
cuelga un cigarro de su barba sucia.
Sus ojos dicen que sueña puñales que apuñalar.
Ahora, el silencio atrona.
Me pega el viento al borde del lago.